La mayor fragata catalana de su tiempo, la Paulita

El primer día de primavera en el puerto de Barcelona amaneció algo fresco y nublado y la humedad propia de la mar no ayudaba a llevar nada bien esos nueve grados de temperatura que marcaba el termómetro. El vigía marítimo del castillo de Montjuich con las primeras luces del día comenzó a anotar los primeros buques que venían navegando en demanda de puerto para el día 20 de marzo de 1851, armado con su catalejo, comenzó a otear en el horizonte y a registrar en su libro de entradas y salidas los primeros barcos. Llegaron diversos laudes, jabeques y bergantines de la costa española y catalana, algunos otros de las islas Baleares pero su atención estaba puesta con los que provenían de América, ya que tenía el encargo de dar aviso de un barco en concreto.

De Nueva Orleans llegaría el bergantín Paulita de 195 toneladas al mando del capitán Santos, de Puerto Rico y Cádiz el bergantín Romano de 123 toneladas con su patrón Cabañas, de Charleston otro bergantín el Fénix de 354 toneladas, y de Nueva Orleans en 74 días la fragata Paulita de 840 toneladas al mando del capitán Joaquín de Bonrostro, este era el barco del que tenía que dar parte.

El único medio del que disponía el vigía para dar aviso a la naviera propietaria de la fragata era él mismo, y en su defecto, su ayudante al que le ordenó que bajara rápidamente de la montaña y entregara el mensaje, recado que debió de llegar a tiempo ya que cuando la fragata Paulita fondeó de popa en el muelle de la Riba ya le estaba esperando un representante de la naviera de Gaudenci Masó y Cía. propietaria de la fragata.

En primer plano la fragata Paulita recién llegada descargando su género en el Muelle de la Riba (lámina de Roberto Hernández autor de El Ilustrador de Barcos)

La Paulita traía en sus bodegas un cargamento de 53 millares de duelas y 1.341 balas de algodón que eran para Gaudenci Masó y Cía.; 200 para A. Miró y Masó; 120 para los Sres. Caralt, Mateo y Segarra; y 201 más 150 cuñetas de manteca de puerco para los Sres. Guille y Hermanos.

La Paulita nació con dolor, como la mayoría de partos, tuvo una difícil botadura del que la fragata no salió indemne, además hubo que lamentar heridos y teniendo en cuenta las supersticiones marineras estos hechos no podían presagiar nada bueno. No obstante, la fragata Paulita fue el mayor buque a vela construido por la industria catalana hasta la fecha, y lideró por unos años la flota comercial de la marina catalana a mediados del siglo XIX.

La marina catalana

El puerto de Barcelona era un hervidero de barcos que iban y venían de todo el mundo, pero hasta bien entrado el siglo XVIII ni Barcelona ni ningún otro puerto español podía comerciar directamente con las Américas, todo debía pasar por Cádiz y pagar su correspondiente tributo.

Esta restricción llegó a su fin a partir del 16 de octubre de 1765 cuando se publica el Decreto del Comercio libre con América; hasta entonces tenía el monopolio exclusivo la Baja Andalucía. Con este decreto se fue abriendo poco a poco el comercio con el continente americano y los primeros puertos en poder comerciar con América directamente fueron los de Alicante, Barcelona, Cartagena, Gijón, La Coruña, Málaga, Santander y Sevilla que pudieron comenzar a tratar con otros 27 puertos situados en las Indias; a la par se simplificaban los trámites y disminuían los impuestos, hecho que estimulaba aun más el tráfico comercial. El rey Carlos III firmaba el 12 de octubre de 1788 el reglamento para el comercio libre y con él comenzaba el apogeo comercial catalán alrededor del mundo. Toda la industria catalana se vería beneficiada iniciándose lo que acabaría por llamarse “el siglo de oro de la marina catalana”.

La tierra de Cataluña era rica en productos que eran demandados en el otro lado del Océano Atlántico, se exportaban frutos secos como almendras y avellanas, el tan preciado aceite de oliva, sal y vinos de Vilafranca del Penedés, de Sitges, de Vilanova i la Geltrú y de Tarragona; otro bien exportado bien distinto eran azulejos y tejas fabricadas en Barcelona y La Bisbal y cómo no, las alpargatas tradicionales catalanas con su esparto para fabricarlas. A cambio los buques de la marina catalana traían de ultramar madera norteamericana, caoba y cedro de Cuba, algodón de Nueva Orleans, azúcar, melaza, tabaco, petróleo y productos cárnicos como el buey y pescado seco, más el contrabando.

El puerto de Barcelona a mediados de la década de 1850 (Ayuntamiento de Barcelona)

El puerto de Barcelona fue otro beneficiado de esta explosión comercial, como puede verse en la imagen anterior el puerto a mediados del siglo XIX era muy diferente al que conocemos hoy en día y ocupaba lo que en la actualidad se llama el Port Vell. El Muelle de Barcelona no existía, en su lugar había un embarcadero utilizado por los pasajeros de los barcos para acceder a tierra, seguido de él comenzaba la Muralla de Mar y terminaba aproximadamente en el Portal de Mar, allí hacía un ángulo en dirección al barrio de la Barceloneta y finalizaba en la llanterna constituyendo el primer dique del puerto; más adelante se construiría un segundo dique a continuación del primero y se erigiría un segundo faro provisional.

Los barcos tenían diversas opciones para cargar o descargar su preciada carga, podían fondear en la Dársena Nacional, abarloados en grupos de dos, tres o más barcos, desde donde con barcas y medios similares llevaban la carga a tierra o viceversa; o podían fondear de punta por proa o por popa en el Muelle de la Riba o del Rebaix, este muelle estaba situado frente al barrio de la Barceloneta, era muy bajo con unas grandes argollas para que los barcos ataran sus cabos en ellas. Allí mediante grúas en tierra, o bien improvisadas en el propio barco, se hacían las operaciones de estiba y desestiba. A finales del siglo XIX la técnica y la tecnología puso de su parte, y muchos barcos podían descargar sus pesados cargamentos mediante grúas hidráulicas que facilitaban enormemente tan complicada y peligrosa tarea.

El Muelle de la Riba con su característica estatua de Neptuno, al fondo se aprecia la llanterna (La marina catalana del vuitcents)

Las navieras

La fragata Paulita pertenecía a la provincia marítima de Barcelona por ello, además de la enseña nacional, lucía en su palo la bandera cuatricolor barcelonesa: azul, blanco, amarillo y rojo. Pero había muchas otras navieras catalanas y de otros orígenes dando a los muelles un color singular. Sólo en Cataluña existían grandes navieras que contaban con una gran flota de barcos, y en cambio, también había el capitán o patrón independiente que poseía un velero y tras contratar una tripulación se dedicaba al comercio por su cuenta.

En el caso de la fragata que nos ocupa, la Paulita, era propiedad del armador Gaudenci Masó Pascual y gerente de la firma Gaudenci Masó y Cía. que más tarde con la incorporación de sus hijos pasaría a llamarse Rafael Masó e Hijos. Existían muchas otras navieras repartidas entre los puertos de Barcelona, Tarragona, Mataró y Palamós, y las que más prestigio tenían eran aquellas que realizaban rutas hacia el Atlántico. La mayoría tenían la sede en las calles barcelonesas Ample, Dormitori de San Francesc, en la plaza del Duque de Medinaceli o en los Pórticos de Xifré y poseían sucursales en los puertos de la costa.

La mayoría de los barcos de la marina catalana eran construidos en Cataluña aunque había una parte de ellos que eran comprados a otros astilleros españoles o en el extranjero. La tipología de los barcos era muy variada, coexistiendo desde las grandes fragatas hasta las bricbarcas, bergantines, bergantines goletas o las polacras y pailebotes. Había atarazanas en toda la costa catalana, destacando los de Barcelona, Blanes, LLoret de Mar, Arenys, Masnou, Sant Feliu de Guixols, y Canet de Mar cuna de la fragata Paulita.

Atarazanas Bagué de Blanes (La marina catalana del vuitcents)

La fragata Paulita

Fue encargada por el armador Gaudenci Masó a los astilleros de Canet de Mar por un precio de 36.000 pesos fuertes, siendo encargado su diseño a Mariano Jaurés que dirigió también su construcción. La fragata desplazaba 840 toneladas con 145 pies de eslora por 40 pies y 6 pulgadas de manga y 23 pies con 2 pulgadas de puntal.

Antes de la botadura, la Paulita en la grada sería bendecida el 5 de agosto de 1849 por el obispo de Girona D. Florencio Llorente. El prelado junto al capitán de la fragata Joaquín de Bonrostro y a una larga comitiva con representantes del ayuntamiento, armador, párrocos de los pueblos colindantes, y de los gremios de los mareantes y hachas se personaron junto a la fragata para hacer efectiva la bendición a la que asistieron 2.000 personas. A bordo de la fragata se instaló un altar, y allí tras dos horas de ceremonia capitán y velero recibieron la bendición del Obispo.

Botadura en Blanes
Estas ceremonias eran todo un acontecimiento, sirva esta lámina de la botadura de una corbeta en Blanes para ilustrar estos eventos en la costa catalana (Archivo Municipal del Masnou)

Con las bendiciones recibidas parecía que todo comenzaba con muy buen pie pero no todo iba a salir bien. La botadura estaba prevista para el día 8 de agosto y a la ceremonia volvió a asistir el Obispo de Girona, quien sería el encargado de cortar la cuerda que sujetaba al barco en la grada. Tras cantar una Salve y cortar la cuerda el barco tan solo se movió unos metros y quedó parado con la proa tocando el agua de la playa. Todo empeoró cuando el agua de mar se introdujo en el interior de la fragata por la proa debido a que no se calafateó debidamente.

Medios para la botadura de un velero (La marina catalana del vuitcents)

Se solicitó ayuda a los gremios de mareantes de la zona y de todo voluntario que pudiera asir un cabo y tirar de ella, y de Barcelona se avisó al vapor Remolcador por si hiciera falta mucha más fuerza. En total fueron 600 los voluntarios que tiraron de ella hasta lograr que la Paulita se posara sobre la mar. El mismo vapor Remolcador la remolcaría hasta el puerto de Barcelona, llegando un día más tarde, allí serían verificadas las averías causadas durante su botadura y además terminarían de montar su arboladura.

A partir de aquí algunos datos de la Paulita son contradictorios, al parecer según la prensa de la época hubo que lamentar algún herido o muerto como consecuencia del enorme trabajo que tuvieron que realizar en el astillero para mover a la fragata, pero más adelante fueron desmentidos; aun así según otras fuentes mencionan que dos operarios sufrieron la amputación de sus piernas. Otro dato es el de los daños en su obra viva causados durante la botadura, según el diario La Patria del 6 de octubre de 1849 la Paulita zarpó de Barcelona con rumbo a Cádiz remolcada por el vapor Elba para ser reparada en sus astilleros pero tuvo que volver a los dos o tres días al tener una vía de agua, sin embargo según el artículo de Joan Ballart Clos «Els Masó, una família il·lustre d’americanos» citando fuentes del Museo Marítimo de Barcelona, la fragata dañada tuvo que ser reparada en Tolón.

Una vez reparada la fragata se ponía a disposición de su armador y de todo aquel que necesitara comerciar con América, y concretamente con Nueva Orleans, dando aviso en la prensa de su próxima partida en fecha de 27 de noviembre de 1849 (Diario de Barcelona)

Pero no todo fueron malas noticias para la Paulita, el 9 de marzo de 1850 el diario Heraldo de Madrid publicaba el listado de barcos premiados a la mejor construcción de 1849 y los dos primeros meses de 1850. En dicho concurso participaban todos los barcos construidos en España por encima de las 400 toneladas, los barcos premiados fueron: la fragata Tercera Cubana de 404 Tm. construida en Barcelona premiada con 53.100 reales de vellón, bergantín Nivaria de 454 Tm. con 54.328 reales de vellón, fragata Paulita premiada con 100.800 reales, fragata Reina de los Ángeles de 699 Tm. de Cádiz y 83.924 reales y fragata Aurelia de 474 Tm. de las Islas Baleares y 56.880 reales de premio.

Ilustración en Sepia de la fragata Paulita zarpando de Barcelona con rumbo SSE hacía las Antillas (lámina de Roberto Hernández autor de El Ilustrador de Barcos)

Entre el 27 de noviembre de 1849 al 20 de abril de 1852 la fragata Paulita realizó diversos viajes regulares desde Barcelona a Cuba y Nueva Orleans y otros destinos del Mar Mediterráneo sin ninguna novedad importante.

El 13 de junio de 1852 el Diario de Barcelona anunciaba que no había noticias de la Paulita y se sospechaba que podría haber naufragado. El último registro encontrado de la fragata en el Diario de Barcelona data del 9 de enero de 1852 quedando despachada para Nueva Orleans, y en su ruta de vuelta la esperaban en Trieste con un cargamento de algodón.
Sin embargo en su naufragio tampoco hay unanimidad de datos, el Diario de Barcelona anteriormente citado publicaba que la fragata Paulita había desaparecido en el Canal de Bahama o Viejo Canal de Bahama que está situado al norte de la isla de Cuba, no obstante según esta fuente la Paulita naufragó “en los arrecifes de Cayo Leña en el pequeño banco de Bahama a las 11.30 de la noche del 20 al 21 de abril de 1852«, según mi entender Cayo Leña está situado en la costa sur de Cuba. Tampoco se aclaró si hubo o no supervivientes y cuál fue el destino de su cargamento de algodón, pero una referencia a un capitán llamado J. Bonrostro aparecía en el Diario de Barcelona del 6 de agosto de 1853 al mando del bergantín español María Victoria, quizás si hubo supervivientes.

La desaparición de la fragata Paulita no supuso el fin de la marina catalana, ni mucho menos, pero una tecnología emergente sí que la transformaría para siempre, la máquina de vapor.

 

 

 

Más información:
Libro de Emerencià Roig «La marina catalana del vuitcents» Ed. Barcino disponible para consulta en la biblioteca del Museo Marítimo de Barcelona
Exposición del Museo Marítimo de Barcelona «Catalunya mar enllà» / «Cataluña más allá del mar«

Una antigua visita de cortesía

El día 9 de septiembre de 1851 llegaba a las proximidades del puerto de Barcelona el navío de línea HMS Trafalgar perteneciente a la escuadra inglesa del Mediterráneo, antes de echar el ancla procedió a saludar a la plaza con sus cañones y tras ser contestado desde los fuertes de la ciudad Condal procedieron a fondear frente a la ciudad.

El navío de línea HMS Trafalgar frente a la costa barcelonesa (colección Captain George Pechell Mends vía Royal Museums Greenwich)

Ese mismo día el capitán del navío Henry Francis Greville acompañado por lord Buns, que era el secretario personal del lord John Russel, y un oficial de la guardia real bajaron a tierra para saludar al Capitán General de la plaza Ramón de la Rocha. Durante la visita manifestaron su intención de permanecer fondeados frente a la ciudad Condal unos días en espera del grueso de la escuadra. La devolución de la visita del Capitán General a bordo del HMS Trafalgar terminó en una fiesta, allí se sirvieron frutas y refrescos y la animada melodía de la banda de música del navío propició que la visita protocolaria terminara en una fiesta.

Barcelona 1856
Barcelona y su puerto en 1856 (Ayuntamiento de Barcelona)

La permanencia del buque de guerra inglés en aguas de Barcelona se extendió más de lo previsto, de unos pocos días pasó a una semana y media, sin contar la estancia de la escuadra cuya llegada estaba prevista para el día 19 de septiembre. Marinos y oficiales aprovecharon el tiempo para visitar la ciudad. Y siempre que se dispusiera de efectivo suficiente se podía tomar un pequeño vapor llamado el Remolcador para ir a tierra.

Este pequeño vapor de treinta toneladas fue el primer remolcador construido con medios catalanes, fue diseñado por el carpintero de ribera Pere Sisterè y del diseño de su máquina se encargó José White. Entre las habituales funciones de remolque que lo mantenían ocupado en la dársena del puerto de Barcelona, estaba la de rescate así como la de transporte en el caso que nos ocupa con la visita del HMS Trafalgar. El vapor ofrecía sus servicios de taxi entre el puerto de Barcelona y el navío inglés por diez reales con dos viajes al día, el primero a la una del mediodía y el segundo a las tres de la tarde. Dicho viaje debía de autorizarse mediante una tarjeta que era entregada previo pago en el café de las Siete Puertas.

Set Portes 1853
A la izquierda el edificio de la casa Xifré en donde está ubicado el café «7 Portes» (Ayuntamiento de Barcelona)

Ante el retraso de la escuadra el capitán Greville quiso mantener ocupada a la tripulación, previo aviso a la autoridad militar de Barcelona, abandonaron su lugar de fondeo y se adentraron en la mar para realizar ejercicios de tiro. No obstante dichas prácticas se debieron de anular a causa de la lluvia.

Otra imagen del HMS Trafalgar frente a Barcelona, a la izquierda la montaña de Montjuich con el castillo en lo alto (colección Captain George Pechell Mends vía Royal Museums Greenwich)

Los navíos de línea

A mediados del siglo XIX aún quedaban muchos buques de guerra calificados como navíos de línea, este concepto nació a finales del siglo XVI y eran la evolución natural de los buques existentes. La etimología de «navío de línea» proviene de la táctica naval de la época cuando las escuadras enemigas se situaban en formaciones en línea atacando en paralelo con su artillería a la flota contraria formada también en línea, en última instancia se optaba por atacar a los buques directamente al abordaje para luchar cuerpo a cuerpo.

Batalla de Copenhague
Escena de la Primera Batalla de Copenhague, las dos flotas respetando su formación en línea

La Royal Navy desde el primer cuarto del siglo XIX a mediados del mismo, como otras marinas de guerra coetáneas, tenía clasificados a estos buques en tres categorías: primera, segunda y tercera clase. Cada una de estas clases estaba definida por el número de cañones y el número de cubiertas y/o puentes.

Los navíos de primera categoría iban armados desde 120 a 110 cañones y disponían de tres puentes.

HMS Malborough 1850
El HMS Malborough en el puerto de La Valeta en 1850 (vía Wikipedia)

La segunda categoría montaban entre 90 y 80 cañones en dos puentes.

H.M.S. Vanguard, PY0860
El HMS Vanguard de segunda categoría de dos puentes y 80 cañones

Y en la tercera categoría tenían 70 cañones en dos puentes.

HMS Boscawen
El HMS Boscawen con dos puentes y 70 cañones

En la segunda mitad del siglo XIX estos buques se vieron poco a poco desplazados por las modernas incorporaciones tecnológicas aplicadas al mundo naval como la máquina de vapor y el blindaje. El perfeccionamiento de la artillería naval produjo buques con menos cañones pero más precisos, así como buques más veloces y maniobrables, dejando a los viejos “acorazados” de madera fuera del combate en primera línea y relegados a la necesaria instrucción de cadetes.

El HMS Trafalgar

Este fue el segundo buque de guerra en llevar este nombre en honor a la Batalla de Trafalgar ocurrida el 21 de octubre de 1805. Pertenecía a la clase Caledonia de buques de línea de primera clase, con un total de nueve buques construidos entre 1805 a 1841, el HMS Trafalgar fue el último de la serie y el más longevo.

De su construcción se encargaron los astilleros ingleses de Woolwich Dockyard cerca de la ciudad de Londres, siendo botado el 21 de junio de 1841. Su botadura fue todo un acontecimiento en el río Tamesis, se estima que 500.000 personas contemplaron su puesta a flote desde las orillas del río, otras 500 fueron invitadas a asistir in situ a la puesta a flote a bordo del navío, de las que 100 habían estado presentes en la Batalla de Trafalgar.

Botadura HMS Trafalgar
Botadura del HMS Trafalgar el 21 de junio de 1841 (William Ranwell vía Wikipedia)

Desplazaba 2.694 toneladas, su eslora era de 62,62 metros por 16,61 metros de manga y 7,06 metros de calado. Su propulsión era completamente a vela, a partir de 1859 se lo equiparía con una máquina a vapor y una hélice. Dotación, 900 tripulantes.

Iba armado con 120 cañones: 30 de 32 libras más 2 carronadas de 68 libras en la cubierta principal, 34 de 32 libras en la cubierta media, otros 34 de 32 libras en la cubierta superior, 2 de 18 libras y 14 carronadas de 32 libras en el alcázar, y 2 de 18 libras y 2 carronadas de 32 libras en el castillo de proa.

Bombardeo de Sebastopol
Durante sus años de servicio participó en una acción de guerra, el sitio de Sebastopol entre octubre de 1854 a septiembre de 1855

A partir de 1870 sería empleado como buque de instrucción en el puerto de Portland, y en 1873 se lo renombraría a HMS Boscawen para dejar libre este nombre para una nueva clase de acorazados. Causaría baja en 1906 y sería vendido para desguace.

La Escuadra del Mediterráneo

La flota del almirante Sir William Parker partió de Palma de Mallorca la mañana del 18 de septiembre y por la tarde el vigía del castillo de Montjuich aseguraba que ya podía atisbar a la escuadra en el horizonte. Llegaron el 19 por la mañana y nadie quiso perderse tan espectacular vista, incluyendo al Trafalgar, diez eran los navíos de guerra que se presentaron frente al puerto de Barcelona aquella mañana y fueron entrando en la dársena y saludando a la plaza con sus salvas de cañones perfectamente coordinados desde el navío HMS Queen.

HMS Queen
Navío de línea de primera clase HMS Queen de tres puentes y 120 cañones

Los buques de la flota del Mediterráneo al mando del almirante Parker eran: dos navíos de línea de primera clase el HMS Queen y el HMS Trafalgar, tres de segunda clase los HMS Albion, HMS Ganges y HMS Superb, uno de cuarta clase el HMS Indefatigable y cuatro vapores los HMS Firebrand, HMS Scourge, HMS Spitefull y HMS Terrible.

HMS Ganges
El HMS Ganges un navío de línea de segunda clase de dos puentes y 84 cañones
H.M.S Superb, PY0920
El HMS Superb de segunda categoría con dos puentes y 80 cañones (vía Wikipedia)
HMS Terrible
El HMS Terrible con aparejo de fragata y máquina a vapor propulsado con dos ruedas de palas

Una vez hubieron fondeado perfectamente alineados frente a la muralla, el almirante Parker y todos los comandantes de los buques de la escuadra bajaron a tierra para saludar al Capitán General y al Gobernador de la plaza, visitas que fueron devueltas a bordo del buque insignia del almirante terminando dicha reunión con una invitación del Capitán General a un banquete en el edificio de capitanía. Dicho banquete fue muy comentado por la prensa del momento, estuvieron presentes todas las autoridades civiles y militares de la ciudad más los oficiales ingleses con su uniforme de gala.

La estancia de poco más dos semanas de los marinos ingleses desde la llegada del HMS Trafalgar hasta la partida de todos los buques finalizó el 25 de septiembre, la flota levó anclas y se hizo a la mar por la tarde poniendo rumbo a Rosas para hacer acopio de provisiones y seguir con su crucero por el Mediterráneo.

La flota del Mediterráneo en Malta en mayo de 1853 (vía National Maritime Museum Greenwich)

 

Más información:
Llegada de la escuadra inglesa del Mediterráneo en el Diario de Barcelona del 20 de septiembre de 1851
Navíos de línea de la Royal Navy en la Wikipedia (inglés)
Buques de la clase Caledonia en la Wikipedia (inglés)
Libro de Angus Kostnam «British Napoleonic Ship-of-the-Line«