Tras la baja del portahidroaviones Dédalo en 1936, la Armada española perdió durante décadas la capacidad de operar aeronaves embarcadas, recuperada finalmente con la llegada de un nuevo portahelicópteros que amplió su proyección con aeronaves de ala rotatoria y, más adelante, de ala fija.

Tras barajar opciones como convertir el crucero Canarias en portaaviones ligero, España recurrió a la cooperación con Estados Unidos y, gracias a sus préstamos militares, surgió la posibilidad de adquirir un portaaviones o portahelicópteros para la guerra antisubmarina.
Para cerrar la operación, una comisión encabezada por el capitán de fragata Saturnino Fernández de Hidalga viajó a Estados Unidos para elegir el buque más adecuado.
De las distintas opciones presentadas, la más adecuada resultó ser un portaaviones de la clase Independence, veterano de la Segunda Guerra Mundial: el USS Cabot (CVL-28). Tras su transferencia a la Armada española pasó a ser el Dédalo, con el que se recuperó la capacidad de operar con aeronaves.

Y como con todos los barcos de película, tuvo su oportunidad en la gran pantalla.





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