La tarde del 3 de febrero de 1926 hacía su entrada al puerto de Barcelona el vapor “Meteor” de la compañía Det Bergenske Dampskibsselskap (Bergen Steamship Company) noruega. Procedente de Bergen, el vapor hizo una escala en la ciudad como parte de su itinerario de su primer crucero por el mar Mediterráneo.

(imagen vía portal Marcus de la Biblioteca Universitaria de Bergen)
El “Meteor” quedó atracado junto a la Estación Marítima en el muelle de Barcelona, allí los estaban esperando un grupo de automóviles y taxistas para recoger al pasaje que deseara visitar los principales atractivos de la ciudad. Por otro lado, a bordo del vapor se recibió la visita de las autoridades civiles y militares.
A diferencia de otros transatlánticos y vapores que realizaban cruceros como una actividad complementaria a sus rutas comerciales habituales, el «Meteor» era algo distinto, ya que fue diseñado y construido en 1904 específicamente para los viajes de placer. Este innovador enfoque sentó las bases de la actual industria de cruceros.
El vapor «Meteor»
Fue construido por los astilleros de Blohm & Voss de Hamburgo, para la naviera Hamburg America Line (HAPAG), siendo puesto a flote el 15 de marzo de 1904 y entregado en mayo del mismo año. Tenía un desplazamiento de 3.718 toneladas de arqueo bruto con una eslora de 105,5 metros, por 13,5 metros de manga y 8 metros de calado. Era propulsado por dos motores a vapor de triple expansión y 1.550 IHP. que conectados a dos ejes le daban 12 nudos de velocidad. Podía transportar cómodamente hasta 250 pasajeros, reducido más tarde a 205.

(imagen de Anders Beer Wilse vía Wikimedia Commons)
Comenzó su vida marinera realizando su primer viaje inaugural el 3 de junio de 1904 con salida de Hamburgo para realizar un crucero por la costa de Noruega. Con su primera navegación inauguró la temporada de verano, en invierno en cambio, sus cruceristas podrían disfrutar de las aguas del mar Mediterráneo y los puertos europeos.

(imagen de Anders Beer Wilse vía Wikimedia Commons)
La vida de ensueño que durante diez años disfrutaron los pasajeros con los viajes del “Meteor” se vio interrumpida durante la Primera Guerra Mundial. La Kaiserliche Marine alemana requisó al vapor y lo utilizó como residencia para los alumnos y oficiales de la escuela de submarinos de Kaiserliche Marine de Eckernförde.
Tras la guerra, en 1919, fue transferido a la compañía Royal Mail Packet Co. y dos años más tarde sería vendido a la Bergen Steamship Company con quienes reemprendieron su actividad crucerística, llegando a recalar en el puerto de Barcelona junto a su compañero de flota “Stella Polaris”.

(vía Preus museum Flickr)
El «Meteor» pionero de la industria de los cruceros
El vapor «Meteor» fue pionero en la creación de la industria del turismo marítimo. Su diseño y el de sus interiores estuvieron cuidadosamente pensados para ofrecer a los pasajeros una experiencia única, enfocada en el confort, el entretenimiento y el lujo. Cada detalle de sus instalaciones buscaba hacer del viaje una experiencia atractiva y placentera.

Además, su influencia se extendió a los itinerarios, que, alejados de las tradicionales rutas comerciales, se centraban en destinos turísticos de gran interés. Entre sus principales puertos se encontraban las ciudades del mar del Norte y el mar Báltico, además de ofrecer escapadas a las islas Británicas y al mar Mediterráneo, consolidándose como una opción de viaje orientada al ocio y el disfrute.

(imagen vía Shipsnostalgia)
El inicio de la era dorada de los cruceros
Puede parecer que en los últimos años se ha experimentado un crecimiento explosivo en los viajes en crucero. Puertos como el de Barcelona han enfrentado una notable masificación turística debido a la llegada masiva de estos buques de placer. Sin embargo, esta industria tiene una larga historia, ya que data de finales del siglo XIX. Fue en esa época cuando, gracias al avance de la máquina de vapor, las travesías largas por los mares y océanos del mundo se hicieron mucho más rápidas y accesibles.
En el periodo de entreguerras, Primera y Segunda Guerra Mundial, hubo un crecimiento significativo de esta rama de la industria naval, y a pesar de la desaceleración económica causada por la Gran Depresión, este sector se adaptó según la oferta y demanda del momento. El turismo salvó en parte a las grandes navieras que, debido a la crisis económica, vieron como la proporción de pasaje y la cantidad de carga transportada descendía, obligando a amarrar sus flotas en puerto. Las compañías tuvieron que adaptar sus viajes de crucero bajaron los precios de los billetes, ofrecieron cruceros más cortos a destinos exóticos e interesantes y se salvaron de la quiebra.

(imagen vía Reddit)
Los cruceros se clasificaban, según la época del año, en cruceros de invierno, primavera y verano. Por su extensión, se dividían en varias modalidades: desde aquellos que realizaban el paso del canal de la Mancha hasta los que se dedicaban a visitar las islas del Canal durante un fin de semana. Cuando la economía comenzó a recuperarse programaron cruceros más largos, como viajes a la Península Ibérica durante las vacaciones de Navidad, visitas a puertos de Noruega en agosto o expediciones de una quincena a los fiordos escandinavos y las islas del Atlántico. Además, ofrecían itinerarios por el Mediterráneo durante licencias o vacaciones anuales, así como viajes más extensos hacia las Indias Occidentales, Norteamérica, la India, Australia o el Extremo Oriente. Algunos incluso permitían realizar un periplo africano o dar la vuelta al mundo en excursiones de temporada que implicaban mayor duración y envergadura.

Las navieras de la época competían entre sí para ofrecer los mejores destinos con los precios más asequibles y a bordo de sus mejores transatlánticos y vapores. Por ejemplo, los cruceros organizados por Canadian Pacific ofrecían dos salidas en marzo, a principios y finales del mes, partiendo desde Liverpool con una duración de 16 días. Durante el recorrido, hacían escala en puertos emblemáticos como Tánger, Nápoles, Mónaco, Barcelona y Palma de Mallorca. Los pasajeros disfrutaban de la experiencia en clase única, todo por un precio de 26 libras (unos 2.100 euros al cambio actual), lo que hacía de estos viajes una opción atractiva y accesible para algunos bolsillos de la época.

La Cunard Line por el mismo precio ofrecía, con salida desde Southampton, un itinerario que comprendía escalas en los puertos del protectorado francés de Marruecos, las islas Canarias y Madeira. La Pacific Steam Navigation Company vendía billetes para cruceros por América del Sur de setenta y cuatro días, en los que se visitaron treinta y tres puertos, al módico precio de 160 libras en primera clase.

Tampoco podía faltar la línea de moda, la White Star Line, que por aquellos años aun navegaba por sus propios medios antes de fusionarse con la Cunard, y que por 54,5 libras los excursionistas, hoy conocidos como cruceristas o turistas, disfrutaban de un crucero con escalas en puertos de Italia, Grecia, Tierra Santa y Egipto.
Estas eran solo algunas de las opciones, de las navieras más conocidas, que el excursionista de aquella época, podía elegir para disfrutar de sus vacaciones. Cada naviera se esforzaba por ofrecer sus mejores buques, garantizando una experiencia completa que combinaba lujo y entretenimiento a bordo, con actividades diseñadas para satisfacer las expectativas de los viajeros más exigentes.
La naviera Blue Star utilizó el «Arandora Star», la Royal Mail el «Atlantis», la Canadian Pacific el «Duchess of Atholl» y/o el «Montclare», la Cunard el «Laconia», la White Star Line el «Britannic», el «Homeric» y el «Aquitania», el «Reina del Pacífico» navegaba para la Pacific Steam Navigation Company, The Peninsular and Oriental Steam Navigation Company (P&O) disponía del «Rawalpindi» y el «Viceroy of India» por citar algunos de ellos, que por supuesto muchos de ellos, recalaron en el puerto de Barcelona. Muchos de ellos llegados gracias a la publicidad y gestiones de la Sociedad de Atracción de Forasteros creada por por el político catalán Domènec Sanllehy i Alrich el 1 de abril de 1908.

(imagen del National Maritime Museum of Greenwich)
Fin de una época
La Segunda Guerra Mundial interrumpió esa era dorada de los los cruceros en los clásicos transatlánticos. Pronto muchos, dadas sus capacidades para el transporte y velocidad, fueron requisados por los gobiernos beligerantes. La mayoría fueron transformados en transportes de tropas, cruceros auxiliares y buques hospitales, y el «Meteor» fue uno de ellos.
Cesó su actividad lúdica y sirvió al principio de la contienda como buque de transporte aliado en diversos convoyes. Tras la invasión alemana de Noruega, es capturado en Bergen y asimilado, a mediados de 1940, a la flota de la Kriegsmarine con el nombre de «Rostock» primero y más tarde con el de «Meteor II» como buque hospital en el Báltico con bandera alemana y con tripulación noruega.

(imagen del Naval History and Heritage Command)
El 9 de marzo atracó por última vez en el puerto de Pillau (actual Baltiysk), allí embarcó a más heridos para evacuarlos de la zona de guerra que estaba bajo un intenso ataque aéreo soviético. Una bomba detonó a tres metros del casco del “Meteor II” causándole una pequeña inundación, que en un principio pasó inadvertida. Al cabo de unas horas esa inundación provocó una importante escora en el barco, se rompieron los amarres y el vapor se hundió de costado. Fallecieron 24 personas incluidos 4 miembros de la tripulación noruega.

Más información:
Llegada del «Meteor» en el diario La Vanguardia del 4 de febrero de 1926 página 24
Datos adicionales del «Meteor» sus viajes y listas de pasajeros en GGArchives
Más sobre el «Meteor» en Earl of Cruise




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