La mañana del 28 de diciembre de 1964 partía del puerto de Barcelona el transatlántico United States, al mando del capitán John Anderson y perteneciente a la compañía United States Lines. Había llegado el día anterior a primera hora de la mañana, quedando atracado en el muelle de Poniente Sur, cuyo calado era de 12 metros y cuya longitud superaba con creces los 300 metros.

El United States saliendo de Barcelona
(imagen de archivo)

Esta fue su primera y única escala en el puerto de la ciudad condal, y por ello fue recibido a pie de muelle por las autoridades del puerto y de la ciudad. Tras los saludos protocolarios y la entrega de una placa honorífica conmemorando su primera visita, el capitán ofreció un aperitivo a los presentes.

El United States sobresalía por encima de los tinglados de mercancías como un auténtico gigante, y no era para menos. Con un desplazamiento máximo de 47.265 toneladas y 300 metros de eslora, superaba ampliamente a cualquier transatlántico que hubiera recalado en Barcelona en muchos años. Estaba propulsado por turbinas de vapor Westinghouse de 240.000 SHP que, conectadas a cuatro ejes, le permitían alcanzar una velocidad máxima de 30 nudos. Sus máquinas lograron además algo aún más extraordinario: conquistar en dos ocasiones el Gallardete Azul durante su viaje inaugural, batiendo el récord de 34,51 nudos en dirección oeste y de 35,59 nudos en dirección este.

Pero este gigante tenía los pies de barro y acabó siendo vencido por la aviación comercial. Al igual que otras tantas navieras, intentó adaptarse al sector de los cruceros turísticos, pero finalmente sucumbió a la realidad y, con menos de veinte años de servicio, fue dado de baja. Nunca volvió a navegar.

Actualmente, parcialmente desmantelado, espera su destino final: ser hundido frente a la costa de Florida a comienzos de 2026 para convertirse en el mayor arrecife artificial del mundo.

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