Era muy pronto por la mañana, en el horizonte al este ya se entreveía una fina capa de luz que rápidamente se convirtió en los primeros rayos del sol. El vigía marítimo del castillo de Montjuich se preparaba para una nueva jornada de guardia en lo alto de su atalaya. Iba armado con su catalejo, un bloc de notas y seguramente una buena taza de café.

Primero anotó las condiciones meteorológicas y después se dispuso a apuntar en su diario el movimiento portuario desde el amanecer hasta el ocaso para pasar parte, era un martes 9 de marzo de 1919, la gran guerra había terminado hacía meses y el tráfico marítimo ya se había restablecido con total normalidad.
Pacientemente procedió a listar los ocho buques entrados, los vapores Cabrera, Maliaño, Almazora y Jorge Juan, todos con una variada carga de carbón, carga general y pasajeros; después anotó los veleros, eran los pailebotes Carlitos, Solgull, Antonio Salomó y la balandra Progreso. Además, también controlaba a los buques ya salidos horas antes y que poco a poco iban desapareciendo en el horizonte hacia sus respectivos destinos, algunos eran los vapores Kontzesi, el Arnús, el Quartz, el Ausias March o el Rey Jaime II, además de un par de veleros, el bergantín-goleta San Telmo y el pailebote Egara.
Lo que nadie sabía en ese momento, ni su patrón, es que debido a un error causado por una huelga al Egara se lo consideró como desaparecido en un naufragio y en el mismo error se omitió la posible hazaña al haber batido un récord de velocidad de un buque de estas características con tan solo sus velas y sin ayuda mecánica.
Su naviera
El Egara perteneció en un tramo de su vida a la naviera catalana Navegación Egara S.A. creada por el empresario Francesc Alegre i Roig oriundo de Terrassa, que operó con dos buques desde su creación en 1919 hasta el momento de su disolución en 1921, el Egara y el Sant Mus.

Poca información he logrado encontrar del Egara antes de su llegada a esta naviera y como ya le sucedió al investigador Josep Maria Riera en su trabajo de «Los barcos de la Terrassa sin mar», la información encontrada es contradictoria. En principio parece que el Egara fue construido en 1888 en los astilleros LLompart de Palma de Mallorca y más tarde sería matriculado en Barcelona en 1918 a nombre del armador Manuel Targarona. Recibiría su nombre en honor a un municipio de la Hispania romana (Municipium Flavium Egara) y que con el paso de los siglos terminaría por convertirse en la actual Terrassa.
Sus características técnicas están publicadas en la Lista Oficial de los Buques de Guerra y de los Mercantes del año 1919, ahí se especifica que el Egara tenía una eslora de 32,02 metros por 7,64 metros de manga y 2,92 metros de puntal. Desplazaba 149 toneladas en total y no consta ningún motor instalado.

En fecha desconocida a partir de 1919 el Egara cambia de nombre, ahora se llamaría Isabel Vaurell con matrícula de Palma de Mallorca y su armador pasaría a ser Damián Ramis Mus. Ahora el pailebote sería equipado con un pequeño motor diésel de 160 HP. que le daría una velocidad máxima de 8 nudos. En la Lista Oficial de Buques de 1934 aparece por vez primera como Cala Murtà, sigue matriculado en Palma de Mallorca y forma parte de la flota de la Naviera Mallorquina S.A. Sin embargo, y contradiciendo a las listas oficiales anteriormente citadas, el último registro consultado consta de 1939 en la que especifica que el Cala Murtà fue construido por los astilleros S. Llompart de Palma de Mallorca en 1918.
El error
Se debió a la huelga que entre el 5 de febrero al 13 de marzo de 1919 paralizó la ciudad de Barcelona, reivindicación obrera que acabaría por conocerse como la «huelga de La Canadiense«. En esos confusos días en los que se llegó a declarar el estado de guerra en la ciudad algunos diarios se adhirieron a la huelga y otros en cambio sufrieron censura.
El pailebote Egara partía de Barcelona el 9 de marzo y su patrón el capitán A. Martín Soler ponía rumbo a Málaga a donde llegarían el 19 de marzo y de ahí zarparía con destino a Melilla, puerto al que llegaría el día 22. Pero un día más tarde el diario El Sol de Almería publicaba la noticia de la desaparición y posterior naufragio del Egara en la meseta de Roldán frente al Cabo de Gata, en la breve nota se aseguraba que se había salvado toda su tripulación.
El mismo capitán del pailebote al leer la noticia telegrafió al director del diario en su delegación de Almería, rogando una disculpa y una rectificación más para el alivio de las familias de los tripulantes que del propio hecho en sí. La disculpa tal vez llegara pero no la rectificación que nunca llegó a producirse.
El vuelo del Egara
Y ciertamente así debió de ser ya que los cálculos indican que debió de alcanzar la velocidad de 14,15 nudos (poco más de 26 kilómetros por hora), mucho más veloz que algunos vapores de la época que no lograban superar los 10 a 12 nudos.
Otros casos similares son los que nos cuenta Román Sánchez Morata en su página web de «Navegar es preciso» en su artículo “Pailebots o Pailebotes de cabotaje o gran cabotaje en el Mediterráneo occidental durante los siglos XIX y XX”. Uno fue el del pailebote Virgen de Loreto que en 1920 realizó la travesía entre Barcelona a Sóller (unas 112 millas) en 12 horas, un ligero cálculo devuelve un resultado de 8,11 nudos de velocidad; y en 1944 el pailebote Salinero cubrió la ruta entre Barcelona y Torrevieja con 255 millas navegadas en 28 horas, alcanzando una velocidad aproximada de 7,9 nudos.

Su final
El Cala Murtà hallaría su fin a finales de marzo de 1966 cuando, procedente del puerto francés de Port-Saint-Louis-du-Rhône con un cargamento de cemento con destino a Mahón, embarrancaría en la punta Cap des Porc a media milla del faro de Artruix. La tripulación y su patrón consiguieron ponerse a salvo en una chalupa y más tarde serían rescatados por el pesquero Valldemosa.
Los pailebotes eran unos buenos barcos para el transporte de carga y muy comunes en el Mar Mediterráneo, pero como bien dice Román Sánchez la información que existe sobre ellos en la red es muy limitada, aunque todos coinciden en que su origen se halla en las embarcaciones que los prácticos empleaban para acceder a los barcos, incluso su denominación recuerda a «pilot’s boats». Algunos sobrevivieron a la época del vapor, y como en el caso del Egara, se les instalaron pequeños motores diésel a la par que se los desarbolaban dandoles una apariencia mucho más «moderna».

En la actualidad quedan un puñado de ellos conservados en museos y asociaciones navales, y uno lo tenemos muy cerca en el puerto de Barcelona, se trata del pailebote Santa Eulàlia en propiedad del Museo Marítimo de Barcelona. Este es un barco con una larga historia que bien merece un artículo aparte para él solo.

Más información:
Revista Navegación del 15 de abril de 1919 página 13
Artículo del Diari de Terrassa «El bello velero Sant Mus y el pailebot Egara, en la primera naviera terrassense» de Josep Maria Riera publicado el 16 de marzo de 2018
Nota de prensa del naufragio del Cala Murtà publicado en el diario La Vanguardia del día 2 de abril de 1966 página 13