El día 5 de noviembre de 1888 hacia su entrada al puerto de Barcelona, en visita de cortesía, el buque escuela de guardiamarinas de la Armada española Nautilus al mando del capitán D. José de la Puente, permaneciendo en la ciudad hasta el día 10 de noviembre.

La corbeta Nautilus partió de Cádiz el día 26 de octubre y durante su travesía hacia Barcelona sufrió uno de los peores temporales a los que se enfrentó hasta esa fecha. El violento temporal se parecía más a un huracán y ante la imposibilidad de cruzar el estrecho para entrar al Mar Mediterráneo, sumado a todo ello las pésimas condiciones de navegabilidad con el evidente riesgo de perder el velamen y sufrir daños en el barco, pusieron rumbo a la costa africana para refugiarse cerca de la localidad de Arcila. Allí permanecieron hasta el día 31 esperando a que el temporal se calmara para cruzar el estrecho de Gibraltar, de ahí partieron el mismo día 31 y con más calma pusieron rumbo a Barcelona.
La Nautilus
A mediados de la década de 1880, D. Fernando de Villamil (1845-1898) consigue convencer al Ministro de Marina de la necesidad de instruir a los guardiamarinas en buques de vela tradicionales, su instrucción debería de llevarse a cabo mediante la realización de cruceros en donde aprenderían el oficio de marino.

El Gobierno español le encargó al mismo Fernando Villaamil el estudio de un proyecto de reforma para la instrucción y preparación de los oficiales de la Marina. Aprovechando la estancia en Reino Unido de Villaamil para supervisar el proyecto de su nueva creación, el Destructor, aprovechó para localizar el mejor buque que reuniera las condiciones necesarias como buque escuela.
El barco seleccionado para esta misión fue un clíper de carga de tres mástiles con aparejo de fragata denominado «Carrick Castle». Este velero fue construido por los astilleros ingleses de «Randolph, Elder & Co.» en Govan (Escocia), siendo botado en 1866. Desde 1868 operó con bandera inglesa para la compañía «Thomas Skinner & Company» hasta 1886 momento en el que es adquirido por el Gobierno español.
Al entrar en servicio en la Armada española se lo bautizó con el nombre de Nautilus y fue calificado como corbeta. Este buque fue construido en acero y madera, incluido su aparejo con jarcias metálicas. Desplazaba aproximadamente 1.700 toneladas, con una eslora de 59 metros por 10,4 metros de manga y 5,4 metros de calado. Su propulsión era completamente a vela con aparejo de fragata que le daba una velocidad máxima de 18 nudos y una autonomía de unos 45 días. Su armamento tan sólo lo formaban 4 cañones de 57 mm. para salvas de saludo; su dotación entre oficiales, suboficiales, guardiamarinas y marineros era de 172 tripulantes.
Una vez en España la corbeta Nautilus queda destacada en Cádiz, en donde de vez en cuando realiza pequeñas navegaciones de instrucción, pero no es hasta abril de 1888 bajo el mando de D. José de la Puente cuando realiza su primer crucero de instrucción de guardiamarinas.

La primera vuelta al mundo
En 1892 D. Fernando Villaamil propuso al Gobierno español realizar un viaje de circunnavegación del globo coincidiendo con el IV Centenario del Descubrimiento de América por parte de Cristóbal Colon. Este crucero de instrucción se realizaría con la corbeta Nautilus y su ruta comprendería todo el globo, dando la vuelta al mundo en viaje de instrucción desde noviembre de 1892 a agosto de 1894.
Por vez primera no se realizaría una vuelta al mundo en barco ni por motivos políticos, ni por iniciativa científica, ni para enseñar el pabellón mediante una escuadra militar, si no que se destinaria el viaje al aprendizaje de la vida en la mar y al adiestramiento de nuevos marinos y oficiales.
Así pues siendo aprobado el viaje en julio de 1892, el día 12 de ese mismo mes es entregado el mando de la Nautilus al capitán de fragata D. Fernando Villaamil, el cual se trasladó a Ferrol para comenzar los preparativos previos a la marcha.
La corbeta Nautilus partió de Ferrol el día 30 de noviembre, la derrota del viaje visitó los siguientes puertos:

Ferrol – Las Palmas – Bahía de Todos los Santos (Brasil) – Cape Town (África) – Puerto Adelaida (Australia) – Victoria – Melbourne – Sídney – New Castle – Wellington (Nueva Zelanda) – Littleton – Valparaíso (Chile) – Paso de Cabo de Hornos – Montevideo (Uruguay) – Buenos Aires (Argentina) – San Juan de Puerto Rico – New York (Estados Unidos) – Plymouth (Reino Unido) – Brest (Francia) – San Sebastián (España) – Bilbao – Ferrol.
Encuentro con Neptuno
Un mes exacto desde su partida de Ferrol y después de visitar el puerto de Las Palmas, la noche del 30 de diciembre de 1892 según relata el mismo Villaamil en su «Viaje de circunnavegación de la corbeta Nautilus», cruzaron el Ecuador pasando del hemisferio norte al hemisferio sur. Esa misma noche el dios Neptuno gobernador de todos los mares y océanos hizo acto de presencia, previamente, mediante una potente voz que surgía desde lo alto del palo trinquete, interrogó al oficial de guardia por el nombre y destino del buque, a la respuesta del oficial, Neptuno contestó que debía cobrar su esperado tributo dándoles el plazo de unas horas para preparase.

Al día siguiente reapareció el dios del mar con su séquito en la proa del Nautilus, tras recorrer todo el buque llegaron a la popa en donde se encuentra el comandante Villaamil y le ordena que le ceda el mando absoluto del Nautilus, ¿quién es él para contrariarle?. Después de cederle el mando del barco, Neptuno llama a su presencia a algunos ayudantes como un oficial de guardia, timoneles, contramaestres, un notario y sobre todo, a un barbero.
Ante Neptuno el notario pasa lista de todos aquellos marineros neófitos al cruce de ecuador y les pide su tributo, si no pueden satisfacer dicho pago se les castigará. El castigo, cruel donde los haya, es sentar al neófito al borde de una tina con agua y o bien se les da un baño en ella o se les embadurna con grasa negra o lo peor de todo, se los afeita.
Después de esta ceremonia de iniciación y de un buen banquete, Neptuno dios del mar desaparece rápidamente a la espera del siguiente barco, mientras a bordo de la Nautilus la navegación sigue con la esperada normalidad, excepto para aquellos que debieron de pagar con su bello y andan algo ligeros.
La tradición
El origen de esta tradición es algo incierto, mientras algunas fuentes citan a los vikingos como punto de partida de este rito de iniciación, otros adjudican el inicio de esta tradición a marinos portugueses en la edad media.
El relato de Villaamil como el de tantos otros más recientes es muy suave, el neófito como mucho termina la jornada sin barba y con un documento que certifica su paso por el ecuador, pero en la antigüedad estos rituales eran más crueles. En ocasiones se ataba una cuerda al neófito y se lo tiraba al mar para luego recuperarlo y llevarlo a bordo, todo ello entre las risas y las bromas de muchos, claro que el susto no se lo quitaba nadie.
Sea como fuere su punto de partida y su ejecución, queda patente la importancia de este ritual en la antigüedad cuando viajar más allá del horizonte ya tenía sus propios riesgos, como el de caer en el abismo y ser devorado por monstruos, cuanto más peligroso debería ser cruzar de un hemisferio a otro. Por tanto con esta ceremonia se obtenía el compromiso de los nuevos marineros en su nueva vida en la mar y como prueba de fuego para sobrellevar las largas travesías que les esperaban.

En la actualidad
Por fortuna esta tradición aún no se ha perdido del todo, hace escasamente un mes en pleno siglo XXI y cerca de 130 años después que la corbeta Nautilus, el buque escuela Juan Sebastián de Elcano en ruta hacia Rio de Janeiro en Brasil, tuvo la ocasión de cruzar el Ecuador una vez más y tal y como relata en su diario de a bordo recibieron la visita de Neptuno que por lo visto se siente a gusto en él ya que lo ha visitado en 58 ocasiones. Aunque los más veteranos de abordo sabían que visita debían de esperar, los mas noveles no tenían conocimiento del precio que iban a pagar por cruzar la línea.
En este enlace podéis leer el relato de uno de estos neófitos titulado «El día que conocí al rey de los mares» en la página web oficial de la Armada española.
Mas estos no son los únicos relatos del encuentro con el dios del mar en la Armada española, basta con adentrarse un poco en los archivos de esta institución y observar que los encuentros con Neptuno son más frecuentes de lo que cabría esperar, muchos neófitos ya han pagado su tributo y a juzgar por lo aquí relatado, muchos más van a tener que tributar.

En cuanto a la corbeta Nautilus, siguió con su vuelta al mundo y a la vuelta de ella aún le quedaban muchas más aventuras por vivir, pero esta ya es otra historia.
Para saber más:
Libro «Viaje de circunnavegación de la corbeta Nautilus» por Fernando Villaamil
Artículo en La Vanguardia sobre la tormenta sufrida por la corbeta Nautilus en Noviembre de 1888
Este barco me parece precioso… un bellezón.
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